Abril de 2022

Pandemia y Derecho: Algunas reflexiones a dos años de una forzada enseñanza universitaria motivada por la crisis del COVID-19

Eugenio Hernández-Bretón

Decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Monteávila. Profesor de Derecho Internacional Privado de la Universidad Monteávila, Universidad Central de Venezuela y Universidad Católica Andrés Bello. Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales

                                                                        Although teachers around the world have different styles and standards for learning, there is one thing on which they seem to agree: a computer is no match for a classroom as a place for kids to learn, Li-Kai Chen, Emma Dorn, Jimmy Sarakatsannis y Anna Wiesinger, «Teacher Survey: Learning loss is global and significant», https://www.mckinsey.com/industries/education/our-insights/teacher-survey-learning-loss-is-global-and-significant

 

Escribo estas líneas pensando más en el futuro que nos anima a continuar en la labor educativa universitaria que en escribir para los profesores y estudiantes que han vivido «forzadamente» estos dos años en las Escuelas de Derecho venezolanas. A ellos tengo poco que contarles, pues todos hemos sido los actores y los testigos de lo que hemos vivido durante esta pandemia. A ellos tengo poco que relatarles, creo que en unos años se olvidará este tiempo y la vida nos ocupará en otras cosas. Lo que quisiera comentar es qué lecciones nos va dejando esta experiencia en lo que a la enseñanza del Derecho se refiere.

 

Nada reemplaza al salón de clases:

La cita que inserto al inicio de estas reflexiones está tomada de un estudio sobre la educación primaria y secundaria en diversas partes del mundo en tiempos de Covid-19, pero me parece igualmente válida para el sector universitario: Nada iguala al aula de clase, y por más que queramos nuestras casas no son salones de clase, ni laboratorios, ni gimnasios, ni bibliotecas, ni oficinas. Una pantalla no es sustituta ni competidora del aula de clase. Los actores del proceso educativo son los mismos: alumnos y profesores, pero el medio de comunicación no es el mismo. La reunión de los actores de manera presencial es indispensable para mantener un nivel de concentración mayor y la asistencia al campus universitario es un ritual de vida que transmite a los asistentes la esencia misma y el aroma de la vida universitaria. Esto no se percibe con una computadora. Además, la experiencia universitaria sin un “campus” nunca florea y si lo hace la flor es mustia o se marchita muy demasiado pronto. La vida universitaria es integral, con compañeros de curso, amigos, pasillos, jardines, bibliotecas, laboratorios y aulas de clase, por supuesto.

 

No siempre es útil la misma manera de enseñar:

Este tiempo nos enseñó (aunque lo debíamos saber desde antes) que no siempre se puede enseñar la materia de la misma manera y que las técnicas de la enseñanza son muchas y variadas. Cada grupo requiere adaptaciones y adecuaciones a las características de cada grupo, buscando la interacción con y entre los miembros del respectivo grupo de estudiantes. Pero la pandemia nos colocó ante otras necesidades. En estos dos años, sobre todo al principio, aprendimos mucho de manejo tecnológico, pero no estoy seguro de cuánto aprendimos a transmitir. La urgencia de la situación creada por el Covid-19 nos hizo saltar a los recursos tecnológicos preexistentes y nos obligó a aprender a utilizarlos. Nuestro dominio de la tecnología mejoró enormemente con el paso de los días, pero ¿cuánto más aprendimos a transmitir mejor? De alguna forma creo que ahora sabemos cómo utilizar mejor la tecnología de la información, pero creo que ahora el mundo sabe menos acerca de cómo funciona la tecnología de la información. El aspecto humano sigue siendo nuestra más importante consideración.

 

Nada supera la lectura de un buen libro (aunque sea electrónico):

La imprenta de Guttenberg no hizo desaparecer las universidades ni las escuelas. Lo que hizo fue que el conocimiento llegara a más personas y que aumentara el tamaño de las bibliotecas y de sus recintos. La pandemia lo que ha hecho es aumentar los recursos audiovisuales. Ahora tenemos videotecas (audiotecas) de clases, conferencias, podcasts y demás. Eso está muy bien, pero para que sirvan hay que escucharlos y verlos (así como hay que leer los libros). Es un buen recurso. Ahora, ¿cuánto más se aprende con ellos que leyendo un buen libro (aunque sea electrónico)? Tal vez sea un asunto de costumbre. Las nuevas generaciones parecen en su globalidad que no están muy habituadas a la lectura de textos extensos (aquí me refiero a un artículo de periódico o de revista, ni siquiera a un libro o mucho menos a una enciclopedia). Este ejercicio no es promovido culturalmente, socialmente y ni siquiera familiarmente. Cada adolescente parece limitar su vida a su teléfono “inteligente”. Lo malo, sin ánimo de rebajar a nadie, es que el teléfono “outsmarts” a su usuario. Y esto no es bueno. La inteligencia es del hombre y para desarrollarla hay que preservar el conocimiento acumulado. Estos tiempos lo que ponen de manifiesto es la necesidad eterna de crear cultura para que la cultura no desaparezca.

 

Learning loss: ¿Cuánto?

Uno de los efectos de la pandemia en el aprendizaje escolar ha sido llamado el “learning loss”, la pérdida de aprendizaje. ¿Cuánto dejaron de aprender nuestros estudiantes? Algo similar ya lo hemos adelantado antes en este ensayo para el aprendizaje y enseñanza del Derecho en Venezuela. El proceso educativo a todo nivel se vio alterado, trastornado, arrollado por las circunstancias. Fue un proceso violento y se perdió mucho.  Me parece que mientras más avanzado el estudiante en sus estudios, menor fue el impacto negativo (y así lo demuestran estudios en el sector educativo escolar). De algunas cosas aprendimos mucho y de otras poco. ¿Cómo se cuantifica esto? ¿Han aprendido nuestros estudiantes de manera similar y equivalente a lo aprendido en situación precovid-19? ¿Cómo compensar este déficit? ¿Cómo impactará esto en el futuro del Derecho en nuestro país?

 

Evaluación del conocimiento adquirido:

Un asunto particularmente complejo es evaluar el conocimiento en tiempos de pandemia. Si las circunstancias para la enseñanza y el aprendizaje cambiaron, entonces deben cambiar las formas y criterios de evaluación. Las formas de las evaluaciones tradicionales no parecen adecuarse al momento. La prueba escrita usual no funciona, tampoco la oral. ¿Cómo saber si el estudiante ha estudiado, reflexionado, comprendido y asimilado el conocimiento? En mi experiencia comencé con exámenes escritos (más o menos parecidos a los precovid, en mi caso con problemas y casos, más prácticos y menos teóricos. A “libro abierto”). Luego se presentaron casos que discuto en el próximo epígrafe, y pasé a los exámenes orales, con problemas, pero el tiempo para examinar cada caso era mucho y las jornadas de evaluaciones eran eternas. Finalmente, he vuelto a las pruebas escritas de la era reflexiva, de manera que el alumno para responder no solo debe haber estudiado la materia, sino “interiorizado” el mensaje acerca de la relevancia y utilidad de cada conocimiento adquirido por su propio trabajo. Esta útil forma de evaluar me ha dado mayor satisfacción como profesor y me hace sentir “más” orgulloso de los alumnos que se destacan por su esfuerzo, sapiencia y capacidad de relacionar sus conocimientos.

 

La ética del aprendizaje:

Una de las primeras tareas del enseñante universitario es preservar la ética del conocimiento, del que nosotros mismo creamos y del que otros crean, y, por supuesto, de lo que cada uno aprende. La urgencia de la solución ante el reto de la pandemia nos hizo también acelerar el “descubrimiento” de herramientas para controlar la legitimidad de los trabajos presentados para evaluación. Esto fue sencillo, lo difícil fue enfrentarnos a “trucos”, como contratar a terceros para que respondieran por el evaluado o las comunicaciones entre los evaluados que desacreditaran la autenticidad y honestidad del trabajo evaluado. Fue una experiencia triste. ¿Cómo asegurar, sin embargo, que el trabajo presentado es exactamente original y propio del evaluado? Las pruebas orales no fueron sustituto, allí también hubo problemas. Por eso, algunos profesores prefirieron las pruebas “presenciales” apenas ellas se pudieron realizar.  La tarea queda pendiente, transmitir todo el tiempo la necesidad de proteger la esencia de la universidad, su honestidad, su respeto por el conocimiento ajeno para así exigir el respeto al propio conocimiento, sin complicidades ni favoritismos, con honestidad. Nada más que eso.

 

La motivación para aprender y la motivación para enseñar:

Una vez que la sorpresa de la pandemia se convirtió en parte de la rutina de todos, con cuarentena social y toque de queda, una vez que nuestros hogares se “transformaron” en aulas de clase, y nos pudimos entender con la tecnología para “enseñar”, sin que mejorara la internet ni el suministro eléctrico, nos encontramos con una baja en el “interés” por aprender y por enseñar. Las cámaras apagadas, el profesor hablándole a un espejo, sin preguntas, sin interacción, son muestras del desinterés. Hay una baja de motivación tanto de profesores como de alumnos que sumadas bajan el rendimiento del proceso de aprendizaje y de enseñanza. Esa desmotivación se encuentra, en mi opinión, al menos en parte, en el hecho de que la “normalidad” ha ido llegando a los demás sectores de la vida, pero no a la universidad ni a los sectores de la educación primaria o secundaria. Todos estamos cansados de esta experiencia tecnológica “forzosamente forzada”.

 

La educación es un círculo mágico:

El profesor motiva a los estudiantes, y los estudiantes motivan al profesor. Ese círculo está roto. La motivación necesaria para continuar la debemos encontrar en los valores eternos de la universidad que se han sobrepuesto a siglos de dificultades, protegiendo y desarrollando la cultura, la ciencia, la verdad, la educación y la innovación sin temores, la universidad que siempre está allí para apoyar a una mejor sociedad, a un país más grande. Además, toda esta situación que hemos vivido en los dos últimos años pasará. Para seguir en nuestra tarea tenemos que seguir sin pausa preparándonos para un futuro mejor, emocionante y gratificante. Continuemos.